"Ni tocar ni dejar de tocar. Éste es el verdadero amor." Taisen Dashimuru Chögyam Trungpa.

Textos

LOS ASESINOS

A través del lustre del desierto y hacia las polícromas colinas, violeta ocre calvo pardo y sombra en la cima de un desecado valle azul los viajeros encuentran un oasis artificial, un castillo fortificado de estilo sarraceno que guarda un jardín oculto. Como huéspedes del Viejo de la Montaña Hassan i Sabbah suben los escalones cortados en la roca del castillo. Aquí el Día de la Resurrección ya ha llegado y se ha ido; sus moradores viven fuera del Tiempo profano, al que mantienen a raya con dagas y venenos. Tras el almenado y las troneras de las torres los eruditos y fedayines se despiertan en estrechas celdas monolíticas. Mapas estelares, astrolabios, alambiques y retortas, pilas de libros abiertos bajo un rayo de sol vespertino; una cimitarra desenvainada. Cada uno de aquellos que entran en el reino del Imán del propio ser se convierte en un sultán de la revelación invertida, un monarca de la abrogación y la apostasía. En una cámara central festoneada de luz y adornada con tapices arabescos se tumban en cojines y fuman largos chibouks de hachis con esencias de opio y ámbar. Para ellos la jerarquía del ser se ha compactado en un punctum sin dimensiones de lo real –para ellos las cadenas de la Ley se han roto– terminan su ayuno con vino. Para ellos el exterior de las cosas es su interior, su verdadero rostro brilla directamente a través. Pero las puertas del jardín están camufladas con terrorismo, espejos, rumores de asesinato, trompe l’oeil, leyendas. Granada, mora, caqui, la melancolía erótica de los cipreses, rosas color membrana de Shiraz, braseros de aloes de La Meca y benjuí, firmes tallos de tulipanes otomanos, alfombras extendidas como jardines de mentira sobre un césped de verdad; un pabellón levantado con un mosaico de caligramas; un sauce, un regato con berros; una fuente acristalada de geometría por debajo; el escándalo metafísico de las odaliscas bañándose, de los húmedos coperos morenos jugando al escondite entre el follaje; “agua, verdor, bellos rostros”. Por la noche Hassan-i Sabbah como un civilizado lobo con turbante se despereza en un parapeto sobre el jardín y tiende una aviesa mirada al cielo, gobernando las constelaciones de la herejía en el indolente aire fresco del desierto. Es cierto, en este mito algunos discípulos aspirantes pueden recibir órdenes de caminar por la plancha hacia las tinieblas; pero también es cierto que algunos de ellos aprenderán a volar como brujos. El emblema de Alamut permanece en la mente, un mandala o círculo mágico perdido para la historia pero embebido o impreso en la conciencia. El Viejo revolotea como un fantasma por las tiendas de reyes y las alcobas de teólogos, traspasa todas las cerraduras y guardas con olvidadas técnicas musulmanas/ninja, deja atrás los malos sueños, los estiletes en las almohadas, los poderosos sobornos. La esencia de esta propaganda rezuma en los sueños criminales del anarquismo ontológico, el heraldo de nuestras obsesiones muestra los pendones forajidos de negro luminoso de los Asesinos… todos ellos pretendientes al trono de un Egipto Imaginario, un continuum oculto de espacio/luz consumido por libertades aún no imaginadas. 

Hakim Bey